Las Islas Baleares son una comunidad autónoma uniprovincial española, compuesta por las islas del archipiélago balear. Se encuentran situadas en el mar Mediterráneo, frente a la costa oriental de la península ibérica. Su capital es Palma de Mallorca. El archipiélago está formado por dos grupos de islas y numerosos islotes: las Gimnesias (Mallorca, Menorca, Cabrera y algunos islotes cercanos como Dragonera, Conejera o la Isla del Aire) y las islas Pitiusas (Ibiza y Formentera, junto con los distintos islotes que las rodean, como Espalmador y Espardell). Las Islas Baleares constituyen la segunda comunidad autónoma española con mayor número de turistas extranjeros, detrás de Cataluña. Recibe más de 9,8 millones de turistas extranjeros anualmente. Según los datos aportados por AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) Mallorca es el principal destino turístico en las islas, con el 65% del total. La sigue Ibiza, con un 37% y luego Menorca y Formentera, con un 18,13% y un 12,37%, respectivamente. Los turistas que visitan las islas provienen principalmente de Europa, sobre todo de Alemania y Reino Unido.
La geografía
del archipiélago de las Islas Baleares comprende Mallorca, Cabrera, Menorca,
Ibiza y Formentera. En total el territorio tiene 4.492 km² y va desde el nivel
del mar hasta los 1.445 metros de altitud en el Puig Major de la Sierra de
Tramuntana de Mallorca. Las coordenadas geográficas están entre los 40º5'48' y
38º40'30' de latitud N y entre 1º12'47' y 4º19' de longitud E. Ibiza está
separada de la costa de la Comunidad Valenciana por sólo 75 km de mar, esta
misma distancia separa Mallorca de Ibiza, la distancia mínima que separa
Mallorca de Menorca es de 35 km. La capital de las Islas Baleares y de la isla
de Mallorca es la ciudad de Palma de Mallorca, también llamada Ciutat de Palma.
En ella se encuentra la sede del Gobierno Balear, del Parlamento de las Islas
Baleares y del Consejo Insular de Mallorca. Al margen del
gobierno autonómico, cada una de las islas está dotada con una organización
política y administración propia detentada por los denominadas Consejos
Insulares: el Consejo Insular de Mallorca con asiento en la propia ciudad de
Palma de Mallorca, el Consejo Insular de Menorca que tiene su sede principal en
Mahón a pesar de que esta isla no tiene atribuida la capitalidad legal
reconocida a ninguna población, el Consejo Insular de Ibiza cuya sede está en
la ciudad de Ibiza y el Consejo Insular de Formentera con sede en San Francisco
Javier. El Consejo Insular de Formentera fue creado en 2007 con la reforma del
estatuto de autonomía de las Islas Baleares, ya que anteriormente Formentera e
Ibiza compartían órgano de gobierno y administración.
La Corona de
Aragón experimentó durante los siglos XII y XIII una fuerte expansión hacia el
Mediterráneo, que la llevó hasta las Baleares. El origen de la actual extensión
del catalán se encuentra en la Corona de Aragón, donde el catalán era el idioma
dominante y más hablado, hablado por el 80% de la población. Jaime I de Aragón
capitaneó una flota que desembarcó en Mallorca a finales del verano de 1229.
Después de largos combates que se prolongaron durante meses, el rey entró
victorioso en la ciudad el 31 de diciembre de ese mismo año, los musulmanes
supervivientes tuvieron tiempo de organizar diversos focos de resistencia en
las montañas, lo que prolongó un par de años las luchas contra los musulmanes
de Mallorca que, finalmente, terminaron convertidos en esclavos o
semi-esclavos. Así, las Baleares fueron repobladas mayoritariamente por payeses
del Rosellón, Gerona y Barcelona. Toda esta destrucción debilitó también al
ejército de Jaime I hasta el punto de que, cuando Menorca pidió el vasallazgo
de la Corona, se le concedió. Así, Menorca se convirtió en una Taifa autónoma,
donde la religión y la cultura árabe se mantuvieron durante medio siglo más.
Pero en enero de 1287, la flota de Alfonso III, el Franco, llegó al puerto de
Mahón. Se pactó la capitulación de la isla de forma que los caudillos y nobles
pudieron escapar a cambio de entregar al resto de la población para que se les esclavizara.
Las Islas Baleares fueron repobladas por cristianos originarios del Ampurdán y
de la Cataluña Vieja, quienes importaron el catalán a la zona.
El escudo de
las Islas Baleares está regulado en la Ley 7/1984, de 21 de noviembre, del
escudo de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares. Los historiadores
Faustino Menéndez Pidal de Navascués y Juan José Sánchez Badiola lo documentan
por primera vez en dos armoriales de la segunda mitad del siglo XIII:
Wijnbergen y Lord Marshal's Roll, que lo atribuyen al rey de Mallorca. Otro
armorial de la época, el del Hérault Vermandois, le asigna las armas
aragonesas, y el de Gelre, del siglo XIV, las mismas armas, pero con los
esmaltes invertidos; es decir, el campo de gules (rojo) y los palos de oro.
Figura en el testamento de Jaime III de Mallorca (1349), fue utilizado
posteriormente por diversos miembros de la Casa Real de Mallorca, del Reino de
Aragón y de la monarquía española. En el siglo XIX se documentó de forma
marginal como uno de los símbolos administrativos de las Islas Baleares. La
descripción heráldica es: de oro, cuatro palos de gules (rojos), y una cotiza
de azur (azul), puesta en banda, brochante sobre el todo. En Decreto de 7 y 16
de agosto de 1978, el Consejo General Interinsular lo adoptó provisionalmente
como símbolo de las Islas Baleares. El escudo está constituido por las cuatro
barras rojas en sentido vertical sobre fondo amarillo, cruzadas diagonalmente
por una banda azul colocada desde el ángulo superior derecho a la parte
inferior opuesta. La anchura de las barras rojas y la de los espacios amarillos
serán iguales para unas y para los otros y equivaldrán a la novena parte de la
anchura del escudo. La anchura de la banda azul tendrá la proporción de 1,5
respecto de la de las barras rojas. Alrededor del escudo se colocarán como adorno
unos lambrequines de hojas de acanto de color dorado, de una anchura
sensiblemente igual a la de las barras rojas. Tendrá la forma del escudo que en
heráldica se denomina escudo español.
Es de los destinos más elegidos del Mediterráneo
occidental y los motivos están claros. Encontrarás calas de ensueño, hermosas
puestas de sol y una naturaleza desbordante. Puedes disfrutar de las islas como
lo desees: con toda la tranquilidad que buscas o viviendo las noches más locas
que puedas imaginar. Sus islas son lugares en los que perderse en sus pueblos
marineros, descubrir sus paisajes de película o practicar deportes náuticos.
Especialmente tranquilas son Menorca y Formentera, dos pequeños paraísos en el
Mediterráneo. Las dos islas mayores son Mallorca e Ibiza. En la primera,
destaca la capital, Palma, el Parque Nacional de Cabrera y la Sierra de
Tramontana. Ibiza, por su parte, está declarada Patrimonio de la Humanidad por
la UNESCO debido a su biodiversidad y cultura. Muestras de lo segundo son el
yacimiento fenicio de Sa Caleta, la necrópolis de Puig des Molins y el centro
histórico de Eivissa. Además, la isla de Ibiza es conocida mundialmente por sus
divertidas noches sin fin en las que la música suena hasta el día siguiente.
La
gastronomía de Baleares posee muchos puntos de contacto con la cocina catalana
y valenciana. Es de características puramente mediterráneas. Las islas han sido
conquistadas varias veces durante su historia entre árabes, franceses e
ingleses, lo que puede decirse que ha dejado ciertas influencias culinarias.
Cabe mencionar que existen marcadas diferencias entre la cocina mallorquina y
menorquina fruto de diferentes influencias culturales. Las primeras noticias
sobre una gastronomía balear aparecen en el siglo XV, pero quizás quien más se
afanó en dejar cumplida cuenta de lo que encontró en sus visitas a las islas
fue el Archiduque Luis Salvador de Austria, que es su obra Die Balearen dedica
una parte a la gastronomía isleña. Distingue este autor entre cocina rural (más
primitiva, basada en el pan, legumbres y frutas, que componen repetitivamente
tres platos: sopas de col, escudellas de habas y pa amb oli, aceitunas e higos.
Los amos de las possessions no comían distinto a los jornaleros, pero sí acompañaban
las sopas con huevos fritos, sobrasada butifarra y xulla. Los domingos todos
comían arroz con azafrán y cocina ciudadana con más variedad en carne y
pescado, pan blanco, poca leche y mucho chocolate con dulces como ensaimadas y
cuartos. Entre los
ingredientes más típicos se encuentran el cerdo y sus subproductos, uno de los más típicos es la sobrasada (embutido con
carne, tocino y abundante pimentón), que se consume de diversas formas: en
Mallorca se hornea y se asa, y en Menorca se fríe.
Existen otros embutidos, como el camaiot, la butifarra y el xolís. Entre los mariscos de todas las clases cabe destacar los
denominados dátiles de mar (moluscos con forma y color de dátil) y las
escupinyas (mejillón exclusivo de Menorca).
Illes Balears
es una indicación geográfica protegida, utilizada para designar los vinos de la
tierra elaborados con las variedades blancas Moll, Chardonnay, Macabeo,
Malvasía, Moscatel de Alejandría, Moscatel de Grano Menudo, Parellada, Riesling
y Sauvignon Blanc; y con las variedades tintas Callet, Manto Negro, Fogoneu,
Monastrell, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Tempranillo y Pinot Noir. Seguramente
los romanos fueron los primeros en importar la viña y en desarrollar su cultivo
en las Illes Balears. Ya en el siglo I a. C., Plinio citó los vinos de las
Islas Baleares comparándolos con los mejores vinos de Italia. Durante la
dominación árabe, y a pesar de las prohibiciones coránicas, no desapareció el
cultivo de la viña, que se siguió cultivando, incluso con los sofisticados
sistemas de regadío inventados por los árabes. Durante el siglo XVIII la viña
vivió una época de prosperidad, en el año 1862 hizo su aparición la plaga de la
filoxera en Francia, tierra gran productora y consumidora de vino. Por este
motivo Francia se vio obligada a la importación masiva de vinos (de España y de
Italia) para poder afrontar la demanda interna. Por otro lado, y habida cuenta
del buen precio y la facilidad de venta hacia el mercado francés, la viña se
extendió rápidamente en las Illes Balears alcanzándose, entre el 1865 y 1890, el período de máximo esplendor del cultivo y de la producción de vino en
las Balears. La década de los años noventa supuso, para el panorama vinatero de
las Islas, uno de sus mejores momentos, en términos no de cantidad sino de
calidad. El esfuerzo de los viticultores y vinicultores por la mejora de la
calidad, y el interés de los consumidores por los productos de la tierra, han
permitido situar los vinos de las Illes Balears en el lugar que les
corresponde. Durante las últimas décadas, los vinos de las Islas han adquirido
unas cualidades y una personalidad reconocida. Prueba de ello son las elevadas
puntuaciones conseguidas por algunos vinos de las Illes Balears en diferentes
certámenes, concursos y ferias.